Estamos solos en nuestras casas. Sabemos que algo no
funciona bien allá afuera. De hecho, sabemos que nada funciona.
Nos toco ser de aquellos que se concientizaron acerca de la
realidad que vivimos, donde las personas nunca son protagonistas, cediéndole todo
papel principal al lucro.
Al sistema de salud no le importa la salud, sino la ganancia
que se pueda extraer de la salud. Jamás pensará en curar a alguien, sino en
emparcharlo para que, al salírsele el parche, deba volver. Porque si no vuelve,
no hay nueva ganancia.
Al sistema de educación no le importa educar, sino crear
piezas de la máquina maestra que es nuestra sociedad. Se esmera en adiestrarnos
para que les seamos útiles, y nos evalúa para convencerse de que hemos
adquirido sus conocimientos, que jamás se verán reflejados en nuestro mundo
interior: a duras penas será la prueba de que podremos seguir administrando el
óptimo funcionamiento de algo tan inhumano como es este sistema.
Al sistema de basura no le importa la basura, sino el que
las cosas parezcan limpias, enterrando los residuos debajo de aquellos cuya
opinión nada importa.
Estamos solos en nuestras casas, sintiendo estas cosas en
carne propia, viendo que definitivamente algo está quebrado. Pero creemos estar
solos en esto. Seguimos mientras tanto con nuestras carreras, educándonos para
este sistema, o trabajando para él. Seguimos construyéndonos desde allí.
Quisiéramos irnos, quisiéramos saltar al vacío, pero las voces de nuestros
educadores siempre resuenan en nuestras cabezas reteniéndonos en nuestros
moldes.
Y es la sensación de estar solos en esto lo que más nos
atemoriza. Pero vengo a contarles que esto no es así. Vengo a contarles que
esta soledad no es más que lo que quieren que sintamos. Sí, hoy seremos minoría
aún, los que despertamos a las fallas del sistema. Menos aún somos los que
tenemos todavía fuerza para luchar. Pero, hermanos y hermanas, NO ESTAMOS
SOLOS.
Tenemos que agruparnos. Sé que hay muchos que se unirían a
nosotros si supieran esto: que hay gente que está proponiendo nuevas
alternativas, que hay gente que está cansada de sus encasillamientos y quiere
alejarse de esta basura y saltar. Saltar, con los ojos cerrados. No sabemos a
donde vamos a caer pero, partiendo de algo malo, ¿qué importa?
Tenemos que agruparnos, tenemos que llevar un estandarte, el
estandarte de nuestras diferencias por ser individuos, diferencias que
hermosamente se complementarían en torno a nuestra similitud: el querer caminar
hacia un mundo mejor. Y no importa siquiera entender de manera diferente “un
mundo mejor”. Pues, en algún sentido, todos los que criticamos este sistema lo
relacionamos con un mundo con paz, sin violencia, con igualdad material, sin
pobreza, con posibilidad de crecimiento espiritual, sin vacío.
Quiero que nos unamos, hermanos, crear puentes. Quiero que
nos animemos a superar nuestros propios miedos, que no son más que un reflejo
de sentirnos solos en esto, y que saltemos todos juntos de la mano al abismo.
Porque, del otro lado del abismo del sistema, se encuentra lo que buscamos.
Sé que asusta. Sé que hay algo que prefiere que nos quedemos
en nuestros espacios de comodidad donde, a pesar de entender los problemas,
seguimos con la panza llena (de basura) y el corazón contento (engañado). Pero
el querer quedarnos ahí se debe a nuestra irreal soledad. ¡Si todos juntos nos
unimos, ya nada podrá impedir nuestro salto! ¡Seremos la fuerza positiva que
crezca ahuyentando el mal! ¡Seremos la expansión de la conciencia!
Sólo necesitamos animarnos. ¿Qué esperamos?